sábado, 6 de octubre de 2007

La teoria de Federico de las putas y los hombres lobos.


Según dicen, la prostitución es una de las profesiones más antiguas del mundo, junto a la agricultura y la caza. De esta forma de ganarse la vida se han contado innumerables historias, tales como la de María Magdalena, remontándonos a la "Santísima Biblia", hasta Mujer Bonita, el clásico de Julia Roberts y Richard Gere. A diario oímos anécdotas y rememoraciones nostalgicas de algún que otro amigo putañero y mitos sobre las vedettes de la televisión. Lo cierto es que hay tantas putas como las historias que se cuentan de ellas.
Otro caso típico de mitos demasiado escuchados son los que narran las fábulas campestres, góticas y medievales, acerca de los hombres lobos.
Licántropo se los llama por su etimología griega, que indica que la primera parte de la palabra que significa lobo y la segunda, hombre. Las leyendas cuentan que tras ser mordido por un lobizón, una casta de personas malditas, uno sufre una transformación corporal cada vez que se presenta el extraño fenomeno de la luna llena, en realidad, una vez por mes. Sobre hombres lobos hemos escuchado mucho.
Como mi hermano y filósofo Federico aseveró en las últimas horas, "las putas son como los hombres lobo, de los dos hay muchas historias contadas...


"


Compro tus sueños...


El frío azotaba como un látigo invisible los tejados del mísero pueblo. La muchedumbre estaba agolpándose en la puerta desde hacía horas, pero nadie sabía a ciencia cierta qué hacía allí.
Se hablaba entre susurros de un monstruo, pero sólo unos pocos sabían lo que estaba sucediendo.
Yo no entendía nada. Estaba aterrorizado bajo mi cama, mientras los vecinos lanzaban pullas para encolerizarme, pero sólo conseguían asustarme más. Cuando de repente recordé todo…

El día anterior, mientras el sol se ponía, salí de mi casa y me dirigí hacia la de mi novia. Mientras pensaba como decirle que no la quería ver más, un extraño olor a azufre me impregnó las fosas nasales. Frente a mí, una enorme masa con rasgos humanos se hizo presente. Me miró a los ojos fijamente y habló.
— Compro tus sueños…
Sus palabras me desconcertaron. Saltó hacia mí y me poseyó. No tuve tiempo para reaccionar.
Como endemoniado, robé un taxi comencé el recorrido mortal…
La primera victima de mi locura fue mi novia. En el instante en que la atropellé, se dirigía hacia el mercado a comprar porotos. Pobrecita, cuando cayó al piso ya estaba muerta.
Le siguieron mi hermano y su profesor de doctrina de la iglesia, a los que mutilé aplastándoles las piernas mientras paseaban por la plaza.
Luego de chocar a mi hermano, logré expulsar al demonio de mí ser. Volví a la realidad y me di cuenta de lo que había hecho. Como un animal asustado corrí hasta mi casa entre las penumbras que envolvían la noche.
El rumor se corrió por todo el poblado y los granjeros enfurecidos por mi desacato decidieron darme caza.

Los vecinos seguían en la puerta con escopetas y tridentes, y me pedían que saliera. Decían que aliviarían mi sufrimiento, pero me costaría la vida.
Decidido, me levanté y bajé las escaleras hasta la puerta principal. La abrí y me entregué.
Me llevaron a la plaza principal, donde aun se notaban las manchas de sangre de mi hermano, y montaron la horca.
Parado en el banquito, observé a la multitud, y distinguí a una persona cubierta con una túnica harapienta de color negro. De su cintura colgaba un reloj de arena. Con mucho temor levanté mi mirada hacia la suya y descubrí que sus cuencas oculares estaban totalmente vacías. Me sonrió, si es que un rostro descarnado puede hacerlo, y se acercó a mí. Me dijo algo en un idioma desconocido para mí y su voz sonó como una lápida. Sin embargo lo entendí. Miré al cielo y vi a alguien guiñándome un ojo. En ese instante oí un crujido y mi columna vertebral se hizo polvo.